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viernes, 11 de mayo de 2012

Donde esta la libertad de Expresion

La libertad de expresión es un derecho básico de los ciudadanos y ciudadanas en una democracia. Tapar la boca a las personas para que no puedan decir lo que piensan es un atropello inadmisible. Si la causa de la decisión es que quien habla critica al poder, resulta doblemente pernicioso porque no sólo se destruye la libertad sino que se ejercita el abuso de autoridad, cáncer de la democracia. La democracia consiste en reconocer que el poder está en el pueblo. El pueblo es la autoridad. Y quienes han sido elegidos por el pueblo tienen el deber de servir, no de acallar, tienen el deber de garantizar la libertad, no de coartarla.
Eso es lo que ha sucedido en el Ayuntamiento de Valdivielso (norte de Burgos). Acabo de escuchar la grabación del pleno municipal celebrado el día 4 de julio en el que se debatió la continuidad de una Radio Municipal que lleva funcionado varios años.
Se trata de una Radio que organiza muchas actividades con niños y adultos, que pretende preservar la memoria del pueblo, que rescata del olvido usos y costumbres, que sirve de enlace entre los ciudadanos y ciudadanas para ofrecer ayuda a quien se ha quedado sin gasolina o necesita alguna cosa urgente…
En un punto del orden del día del citado pleno se aborda la continuidad de la radio que está sufragada con las aportaciones de los miembros de una Asociación Cultural y con una subvención de 8900 euros anuales del Ayuntamiento. Se dice literalmente en el pleno que no se puede aceptar que una Asociación que recibe esa ayuda se dedique a criticar a los concejales y al alcalde. Lo que debería haber hecho la Corporación al concederles la ayuda es exigirles bajo contrato que dedicasen varios programas a cantar las loas de los señores concejales y del señor alcalde.
El error básico reside, a mi juicio, en la concepción del dinero público que tienen esos gobernantes. Creen que el dinero es suyo. Y, por consiguiente, tienen que decir cómo se ha de emplear. Pues no. El dinero es del pueblo (¿o lo han puesto de su bolsillo?) y los gobernantes lo tienen que administrar según los intereses y la voluntad del pueblo. Criticar las actuaciones del alcalde es un ejercicio de democracia que no se puede eliminar.
La composición de la corporación es de tres miembros del PSOE, entre ellos el alcalde, tres concejales del PP y una concejala que es miembro de la Agrupación “Juntos por Valdivielso”. Los tres miembros del PP quieren clausurar la radio. Los tres del PSOE quieren sustituir a quien la dirige por un periodista contratado durante seis meses hasta que llegue, en primavera, una nueva Corporación tras las elecciones. Y la concejala que pertenece a la Agrupación quiere la continuidad de la radio. Ante el resultado de la votación 3-3-1 se impone el voto de calidad del alcalde. Y allí, sin más, éste da por zanjado el asunto diciendo que si cuesta mucho llevar a cabo la decisión ganadora, se impondrá la decisión del PP. Es decir, que se acaba con la Asociación o se acaba con la Asociación. Y, por consiguiente, con la radio.
Al parecer la radio puso en marcha una recogida de firmas que no gustó a los munícipes. Y se quejan de que esa no es una función cultural. Depende de lo que entendamos por cultura, claro está. Porque si entendemos por cultura el conocimiento, el análisis y la participación en lo que atañe a la ciudadanía la recogida de firmas es cultura.
En el pleno se ve claramente que la decisión está tomada, que no interesa debatir, que no se cuenta con la opinión del pueblo, que lo que se pretende es acabar con la radio.
No se puede silenciar esta radio. No se puede acallar la voz de quienes opinan. Lo que tienen que hacer el alcalde y los concejales es rebatir en la radio los argumentos que consideren falsos. Estoy seguro de que nunca se lo han impedido. No puede calificar la crítica de falta de respeto porque falta de respeto es la suya al decidir acabar con la Asociación y con la radio. Lo que tiene que hacer es ofrecer la oportunidad de hablar de la libertad de expresión y de las cortapisas que esta encuentra cuando el ejercicio de esa libertad desagrada a quien tiene el poder.
Un empresario decía: a mí no me gusta que mis trabajadores me adulen, a mí me gusta que digan la verdad, aunque eso les cueste el puesto. La pregunta es bien sencilla: ¿Hubieran tomado esta decisión sobre la radio si no se hubiera mostrado crítica con el poder, si hubiera recogido firmas para apoyar la gestión municipal?
Otro empresario invitó a un grupo de trabajadores a una comida de fraternidad. En los postres se puso de pie y contó un chiste. Todos los trabajadores se rieron a carcajadas, menos uno, que se quedó impasible. El empresario se dirigió a él y le preguntó:
- ¿Es que a usted no le ha hecho gracia?
Y el trabajador contestó:
- Mire usted, a mí me ha hecho la misma gracia que a todos los demás, pero es que yo me jubilo mañana.
Si el alcalde, como dice en el pleno, entiende que la radio le falta al respeto, que denuncie los hechos ante el juzgado, pero que no cierre la radio. El juez dirá quién tiene la razón. Es fácil confundir con falta de respeto el sano ejercicio de la crítica que manifiesta con crudeza el desacuerdo ante la política. No vale decir cualquier cosa: no vale calumniar, por ejemplo. No vale insultar, pero hay modos de saber si lo que se dice es una opinión razonada o un exabrupto indecente. Lo último es tapar la boca a quien habla, con la excusa de que no están hablando bien del que les ha regalado un micrófono.
Intenté hablar con el alcalde, pero no fue posible, a pesar de su buena disposición. Me hubiera gustado conocer directamente su opinión. En cualquier conflicto es conveniente escuchar a las dos partes. Pero bueno, él habló con sus intervenciones y con su decisión en el pleno.
Invito a la Corporación a que revoque la decisión que ha tomado y de continuidad a la radio renovando el contrato que vence el 31 de agosto. Esa radio es una hermosa iniciativa de la que todo el pueblo se beneficia y se siente orgulloso. Sería un gesto de inteligencia y de honradez. Cuando en una sociedad los aduladores prosperan y los críticos están condenados a la persecución o al ostracismo la democracia está en peligro.

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